Colaboraciones Especiales


Esta sección es un espacio para conocer de manera íntima las trayectorias de diferentes técnicos y profesionales con distintas formaciones, disciplinas y trayectorias alrededor del campo de la comunicación y salud. Nos interesa rescatar sus reflexiones para compartir y seguir pensando entre todos la relación comunicación y salud.


 A G O S T O  2012


Lic. María Belén Del Manzo

 Doctoranda de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social- Universidad Nacional de La Plata. Presentación del proyecto de tesis doctoral “El aborto en el discurso social contemporáneo”.




Interpelar lo que nos mira

Comunicación, lenguaje, discursos son nodos que han atravesado mi formación académica y personal. Primero, como docente de la Cátedra de Lingüística y Métodos de Análisis Lingüísticos y luego, como participante del Observatorio de Comunicación y Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de laU.N.L.P. Desde hace unos años mi interés se ha centrado en cómo los medios semantizan aquello que vemos, oímos, leemos… y especialmente desde un enfoque de géneros tomando como tema de investigación lo decible acerca del aborto en el discurso social contemporáneo.


En estos espacios me propongo dar cuenta de mi experiencia e intervención en el campo de la comunicación, para visibilizar y desmitificar el debate del aborto muchas veces clausurado y a su vez, propiciar la revisión crítica y el análisis sistemático de los contenidos que producen los medios de comunicación gráficos en relación con este hecho social.



Durante el período 2011, por primera vez, la discusión acerca de la despenalización y legalización del aborto, se instaló de manera institucionalizada en el Congreso de la Nación y generó una polémica que comenzó a hacerse visible en la opinión pública y los medios de comunicación.


En este marco, el Observatorio profundiza el trabajo exploratorio y descriptivo acerca del cuerpo de las mujeres víctimas en casos de femicidios y violencia, y suma la mirada acerca de la interrupción voluntaria del embarazo en el tratamiento mediático.

En ambas líneas de investigación, se destacan dos categorías interrelacionadas en la construcción del discurso público sobre la mujer: cuerpo y poder. La propuesta es compleja y nos interpela, dar cuenta de las significaciones presentes en los relatos de los medios de comunicación sobre el cuerpo femenino y las diversas formas en las que el poder se manifiesta, como el ejercicio del dominio y la violencia machista.

Esta tarea nos invita a preguntarnos ¿qué lecturas acerca del aborto nos ofrece el discurso de la información? Reflexionar críticamente acerca de este interrogante, nos plantea revisar ciertas nociones vinculadas al campo de la comunicación como producción de sentidos que dialogan y tensionan nuestra formación y poner en cuestión el papel del analista, ante el desafío de develar y denunciar los mecanismos discursivos de dominación y discriminación existentes en el abordaje mediático de estos temas, explicitar sus características, formas de presentación, identificación de mitos, prejuicios y estereotipos.

La mujer sigue siendo exhortada como objeto del deseo masculino, es decir, un cuerpo para otros y no para sí; anclado en su rol reproductivo y doméstico, un “territorio” naturalizado, objetivado, violentado.

El trabajo emprendido en el aula junto con los/as alumnos/as, en el doctorado, en el Observatorio, configura un espacio de diálogo acerca de este fenómeno social que amplia su interpretación y nos convoca a consensuar prácticas de intervención para su visibilización. 

El objetivo no es otro que salir del plano meramente discursivo y avanzar en la formulación de estrategias comunicacionales concretas que articulen las necesidades,  intereses y en especial, las demandas sociales de los/as ciudadanos/as individualmente o colectivamente organizados/as. 

Si bien en la actualidad existen ciertos avances legislativos y en el orden del discurso con respecto a las cuestiones de géneros y equidad, el aborto se constituye como uno de los ejes más complejos en materia de políticas públicas. 

Es por eso que, estas líneas pretenden iniciar la profundización de su debate, análisis y visibilidad en todas las esferas de la vida social, destacando la labor del Observatorio en la búsqueda de nuevas cosmovisiones, interrogantes y alternativas para pensar el tratamiento del aborto en la trama de la discursividad pública.

De esta manera, trabajamos por la democratización de la información desde diversos enfoques y disciplinas privilegiando los estudios de géneros y, promovemos una comunicación para la transformación social, que contribuya en la lucha por modificar las relaciones de poder y propiciar un cambio cultural a la hora de pensar el aborto seguro, legal y gratuito.
          






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D I C I E M B R E  2011

Noelia Melero Aguilar

Doctora en Ciencias de la Educación y profesora de la Universidad de Sevilla. Su experiencia investigadora se ha centrado fundamentalmente en la temática de género y desarrollo comunitario, participando en proyectos de cooperación internacional para el desarrollo en diferentes países. Su experiencia más significativa, la desarrollada durante varios años en un municipio de la Habana Vieja, Cuba, apoyando a técnicos/as locales en la realización de proyectos con enfoque de género, a partir del uso de metodologías de investigación participativas.

Foto ilustrativa: HABANA VIEJA

La grave situación de desigualdad, pobreza e injusticia, en la que se encuentran determinados países a nivel mundial, y la consecuencia que esto supone para las mujeres, las cuales se convierten en las primeras victimas de prácticas e intervenciones gubernamentales, es la premisa que ha despertado mi inquietud por estudiar y trabajar en relación a estas temáticas. El interés por el contexto latinoamericano, unido a aspectos como el idioma y las costumbres, tan cercanas a nuestra cultura, así como todo el movimiento reivindicativo de independencia y lucha por la libertad de sus pueblos, desde la transformación emancipatoria de sus gentes, me lleva a plantearme desarrollar una colaboración en estos países, y en concreto con Cuba. De esta forma, mis intereses investigadores, profesionales y personales confluyen en la realidad cubana, como el contexto que me atrapa, y por el que decido decantarme por sumergirme en una profunda experiencia de tres años, en los que he tenido el privilegio de compartir con sus gentes diferentes aspectos de su realidad política, social, cultural y educativa.

En este marco, empiezo a trabajar en un Programa de Desarrollo Humano Local de Naciones Unidas, apoyando a un grupo de técnicos/as municipales, en la trasversalización del enfoque de género en los proyectos de desarrollo comunitario que llevan a cabo en el Municipio de la Habana Vieja. Un proceso de investigación-acción-participativa que ha generado un proceso de sensibilización y reflexión en el interior del Grupo de Trabajo, en torno a la temática de la transversalidad del enfoque de género y la factibilidad de su aplicación en los programas y proyectos que realizan.

La experiencia me hizo descubrir el verdadero valor del factor humano en una sociedad con tantas carencias, donde la preparación formativa, crítica y constructiva de sus gentes resalta de forma peculiar, permitiéndome establecer relaciones de intercambio y debate muy enriquecedoras a nivel local, que han supuesto un fuerte compromiso con la realidad cubana y su forma de trabajar en las comunidades, interrelacionando instituciones de distintos niveles (internacionales, nacionales, municipales,..) que apoyan el desarrollo del territorio, haciendo uso de metodologías participativas que implican a las personas como protagonistas de las transformaciones de su entorno.

Un elemento a resaltar de la Investigación-Acción-Participativa fue convertirme en parte activa de la investigación motivando un proceso que se conforma como el primero en materia de género, realizado desde el marco del Programa, por lo que ha vivido también sus dificultades, las cuales supimos solventar, con el ánimo de hacer de este proceso una espiral constructiva que debía pasar por diferentes etapas de las que aprender para continuar construyendo y transformando en el ámbito social, y personal, instando a la formación de los participantes desde el asesoramiento y la facilitación de herramientas necesarias para la elaboración de materiales e instrumentos metodológicos.

Finalmente, resaltar la adquisición de conocimientos prácticos, alimentados por las diferentes vivencias cotidianas, fruto de la aplicación de la teoría a la práctica, solventando dificultades y alimentando oportunidades futuras. En este sentido podríamos señalar la importancia de este tipo de investigaciones donde la teoría y la práctica confluyen, y el conocimiento se construye colectivamente. Es un proceso lento, sin duda, pero que merece la pena, ya que es capaz de despertar en las personas capacidades y habilidades que permanecían dormidas, así como de generar un potente catalizador de transformaciones personales y colectivas.  


O C T U B R E  2011

Flavia Demonte

Lic. en Ciencias de la Comunicación. Especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales. Magíster en Políticas Sociales. Doctoranda en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.


Egresada de la Residencia Interdisciplinaria de Educación para la Salud, GCABA (2003-2006). Fue Jefa de Residentes (2006-2007) e Instructora de Residentes (2007-2009). Integrante del equipo técnico de la Asociación Civil Trama – Lazos para el Desarrollo. 

Actualmente es Becaria Doctoral CONICET/IDAES-UNSAM. Investiga sobre aspectos ligados con la salud y la alimentación en la prensa gráfica y en las políticas públicas.

Quisiera empezar esta columna con una pregunta, inquietante por momentos, relacionada con cómo es que fui anudando campos como el de la salud, la alimentación, la comunicación, las políticas sociales. No es mi intención hablar en términos teóricos. Para ello, existe bibliografía interesante de numerosos autores provenientes de diferentes tradiciones teóricas y, por ende, con diversas miradas que han sido capaces de problematizar no sólo el concepto mismo de campo, sino también de las particularidades y especificidades (conceptuales, políticas, institucionales) de cada uno de ellos. Mi intención es compartir algunas decisiones (algunas más apresuradas que otras; algunas más oportunas que otras; algunas más acertadas que otras) que fui tomando a lo largo de los últimos casi diez años y que podrían expresar el objetivo que me anima a escribir estas líneas. La tarea es complicada. Por ello, seleccioné sólo tres momentos que intentan expresar mi recorrido: la carrera de grado; mi primera práctica profesional y mi primera práctica profesional en salud (la Residencia Interdisciplinaria de Educación para la Salud, como formación de postgrado de capacitación en servicio); la formación académica de postgrado.
A fines de 2001 terminaba de cursar la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Cuando comencé la carrera, quería ser periodista; cuando la finalicé, no sabía demasiado qué podía hacer con todo lo que había aprendido. Lo único que sentía como seguro era que mi proyecto de periodista había empezado a desvanecerse promediando el tercer año de la carrera para finalmente caducar al momento de elegir la orientación. De todas las orientaciones posibles (Periodismo, Comunicación y Educación, Opinión Pública y Publicidad, Comunicación Comunitaria, Políticas y Planificación) me incliné por esta última. Fue una decisión vivida como definitoria para mí. Un dato más podría caracterizar ese proceso: hasta ese momento no había desarrollado ninguna práctica profesional. Por lo tanto, y para ser honesta, mi llegada al campo de la salud puede ser explicada principalmente por factores contextuales porque al momento de obtener el titulo de grado no tenía demasiado claro mi proyecto profesional (qué quería y podía hacer). Sólo tenía claro qué era lo que no quería hacer. Pero una vez presentada y defendida la tesis de grado, estuve en condiciones formales de presentarme a la Residencia Interdisciplinaria de Educación para la Salud, un postgrado remunerado de capacitación en servicio que depende de la Dirección de Capacitación y Docencia del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Si bien en ese momento había un vacío en la formación académica de grado en relación con el campo de la salud, paradójicamente fue en la misma facultad donde me enteré de la existencia de esta propuesta formativa.
Los varios años que transité allí (primero como residente, luego como jefa de residentes y finalmente como instructora) fueron de una intensa búsqueda en relación con mi construcción del campo de la salud y la comunicación y con la identificación de los aportes que desde la comunicación se podían hacer a ese campo. En definitiva me interesaba identificar qué era eso que desde la comunicación podíamos hacer específicamente en relación con las prácticas y que nos diferenciaba de otras disciplinas. En esa búsqueda, intentaba también, junto con otros compañeros, des-instalar la idea (muy extendida y muy dominante en diferentes niveles de intervención) del comunicador como “hacedor de volantes, afiches y folletos”, como una especie de pseudo diseñador gráfico (con muchas herramientas teóricas, pero casi ninguna herramienta práctica). Sin desdeñar la importancia que en ocasiones tiene esta tarea y estos productos, el objetivo era de-mostrar que desde la comunicación se podían hacer muchas más cosas que un afiche (creativo, bonito y atractivo) que promocionara una actividad en un centro de salud. De más está decir que con el tiempo uno resignifica cada tarea desafiada y finalmente desarrollada. Y es allí donde aparece la riqueza de la práctica producto de la experiencia: cuando comprendemos la importancia de un material en el marco de una estrategia de comunicación más amplia; cuando comprendemos que el contenido lo pensamos para un sujeto (o grupo) particular inmerso en un contexto determinado; cuando comprendemos que ese contenido es el resultado de una profunda negociación de sentidos relacionados con lo político, lo cultural, lo institucional y organizacional y cuando comprendemos que ese material también cristaliza cómo decimos aquellos que queremos decir y qué resultados producen en las prácticas de salud.
En ese primer camino, trabajando con personas, grupos y comunidades es que pude desarrollar mi práctica profesional, ensayando (muchas veces acertando y otras errando) actividades ligadas con la planificación, la implementación, la gestión, la evaluación de proyectos de educación para la salud, buscando cierta especificidad de la comunicación en esos núcleos de la intervención. Buscaba entonces pensar los talleres como espacios de comunicación, los materiales de comunicación como productos insertos estratégicamente en líneas de intervención más amplias y prometedoras, la gestión como diálogo y negociación, teniendo como eje que los problemas de salud complejos requieren de intervenciones también complejas asociadas con marcos políticos y epistemológicos determinados (enfoque de derechos, intersectorialidad, participación, interdisciplina). Nada es sencillo (ni para nosotros mismos ni para los que trabajan con nosotros) cuando estamos aprendiendo qué somos y qué podemos aportar frente a quienes tienen expectativas (construidas sobre ciertas representaciones sociales de la comunicación y los comunicadores) sobre eso que somos y sobre eso que podemos aportar. Esa primera experiencia, con todas sus limitaciones pero con muchos desafíos, también me permitió conocer personas, reconocer otras experiencias, desarrollar proyectos en otros espacios.
Simultáneamente con esas tareas (desafiadas y negociadas) también fui acercándome, tímidamente y con muchas limitaciones (metodológicas y teóricas) a la práctica de la investigación. Realicé una indagación sobre aspectos ligados con la construcción de la problemática de la desnutrición infantil en el contexto de la post-crisis inmediata entrevistando a mujeres madres de niños con problemáticas nutricionales que resistían construcciones mediáticas, que recibían prestaciones alimentarias y que manifestaban un saber negado y suprimido por el discurso biomédico. Esa práctica fue la puerta de entrada para el tema/problema que abordé en la Especialización en Planificación y Gestión de Políticas Sociales y en la Maestría en Políticas Sociales (UBA) que comenzaba a cursar. 
Al momento de decidir por mi formación académica de postgrado la opción elegida fue por el campo de las políticas sociales. En ese momento, y sin dejar de interesarme la práctica profesional que estaba desarrollando en el campo de la salud, busqué una propuesta que me brindara un marco comprehensivo del campo de la salud y que lo situara en el más abarcativo sistema de las políticas sociales. Buscaba comprender las lógicas de funcionamiento (desde una perspectiva histórica) del campo de la Salud, pero también de la Educación, del Trabajo, de la Previsión Social, de la Vivienda, de la Promoción Social (como sectores y como campos) en el marco de las definiciones y redefiniciones de las relaciones entre el Estado, el mercado, la sociedad y los individuos. En ese espacio me encontré analizando y pensando los problemas en otros niveles de análisis (diferente a lo local), con otras disciplinas, otras áreas temáticas de interés y con un deseo conjunto de pensar la construcción de ciudadanía como aspecto ineludible cuando intervenimos o investigamos en sociedades tan complejas como la nuestra. Este también fue el puntapié que explica mi actual paso por el Doctorado en Ciencias Sociales en el que intento re-articular campos como Alimentación y Salud, Medios de Comunicación y Políticas Sociales. Un nuevo desafío teórico y metodológico pero principalmente profesional y personal.  
Hasta aquí llegué con este relato (sesgado por la memoria, además de conscientemente acortado). Intenté compartir algunas decisiones que partieron de ciertas búsquedas reveladoras de cierta capacidad (caprichosa, inconsciente o inmadura) de querer transitar, conocer y experimentar diversos campos y espacios de intervención e investigación. Y aunque en ese recorrido resulte difícil y trabajoso construir un objeto de práctica y/o análisis que sea complejo, pero concreto y, sobre todo, asible y aunque esos anudamientos en ocasiones generen cierto malestar por no poder identificar qué es lo que realmente somos y qué queremos ser, esa arena movediza es lo interesante de perfiles que nos reenvían todo el tiempo a otros lugares, espacios y debates. Al menos, eso creo. Flavia Demonte

A G O S T O  2011

En esta ocasión tenemos el gusto de compartir
el relato de María Laura Braga,
 Licenciada en Ciencias de la Comunicación (FCS-UBA) y educadora.


Estaba con mi hijo Ignacio en la sala de espera de Pediatría. Llevaba en la mano mi libro “En Medio de la Comunicación”. Sale el Pediatra y me llama, me mira, ve mi nombre en la portada del libro y pregunta: -¿Sos de Comunicación? -le dije que sí- y continuó: -¿Querés participar de una investigación? -Allí comenzó todo-.

Con un equipo de médicos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) nos propusimos desarrollar un estudio para comprender qué veían nuestros niños por televisión y así acompañar a los padres orientándolos frente a los medios. En un primer acercamiento al tema trabajamos con Pokémon, un dibujo animado japonés –o animé-. Se emplearon técnicas básicamente cualitativas: lectura de guías infantiles y libros; búsqueda de información en Internet; observación y análisis de animé; realización de encuestas y entrevistas a padres y registro de opiniones escritas y grabadas de niños. Se realizaron, también, encuestas semiestructuradas a padres e hijos que concurrieron a los consultorios externos de un hospital privado.

El equipo de trabajo partió, para el estudio del tema, desde los prejuicios, el desconocimiento y las preguntas hasta llegar a una especie de valoración de Pokémon. Algunos conservaron una actitud de expectativa, otros buscaron nuevos horizontes de análisis y otros llegamos -¡este es mi caso!-, a transformarnos en fanáticos de los manga -historietas japonesas- y los animé. Concluimos que los dibujos animados como Pokémon y todos los mensajes que interesan a los niños son espacios claves para vincularnos con ellos. Comprendimos que el interés, la escucha, la participación y la orientación por parte de los adultos son fundamentales a la hora de mediar. El nexo establecido entre los niños y Pokémon puede servirnos de base para construir nuestro nexo con ellos. Sólo basta tomar en cuenta otra mirada.

Y fue a partir de esta investigación que escribimos el artículo “Pokémon: ¿Qué ven nuestros niños por Televisión? Un modelo de análisis” en Revista Archivos de la Asociación Argentina de Pediatría en el año 2001.

Estos primeros pasos, me movilizaron. Despertaron en mí el interés por un área con la que recién ahora tenía contacto. Me permitieron vincularla con aquello que traía en mi bagaje: amor por los niños –como madre y como la maestra que fui-; amor por la Comunicación, especialmente la Semiótica; y amor por la investigación. Abrieron el camino en el que iba a vincular la Comunicación con la Medicina, especialmente la Pediatría.

Hubo muchas experiencias que profundizaron mi pasión por el tema. Desde las esperas en pasillos y escaleras cercanas a la Unidad de Cuidados Intensivos en Neonatología, mientras hacía tiempo para amamantar a mi hijo que estaba internado y donde compartíamos con otras mamás nuestras vivencias, hasta que comencé a estudiar e investigar desde la perspectiva de la comunicación la relación interpersonal médico-paciente-familia. Realicé ponencias para simposios de actualización pediátrica tanto en el ámbito público como privado, participé de la coordinación y puesta en marcha de capacitaciones presenciales y a distancia para residentes y profesionales en Pediatría y Neonatología. Participé de la Comisión de Medios del Comité de Medicina Ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría, donde nos reuníamos para profundizar en temas vinculados con los medios de comunicación y los niños. Expertos de diferentes áreas presentaban sus experiencias y se debatían. También escribí diversos artículos que fueron publicados en revistas especializadas del área de Pediatría. 

Todas estas tareas me llevaron a profundizar cada vez más en el tema, a vincularme con profesionales y llevar a cabo una labor transdisciplinaria. Recuerdo la entrevista con un médico del Hospital Zonal de Tigre cuando me contaba las reacciones de los familiares ante la noticia de la gravedad o el deceso de un joven baleado, que llegaban directamente a romper los vidrios del lugar. O cuando un Neonatólogo de experiencia me contaba una de sus anécdotas: preguntó a la mamá –de origen extranjero-, cómo andaba el nene que tenía diarrea y ella le dijo “Gumita, Gumita”; en un principio interpretó que hacía la caca como gomita; pero luego, por otros signos se dio cuenta de que “gumita” significaba “vomita”. Estas mutuas colaboraciones representaban a cada paso un descubrimiento y una puerta para meterme cada vez más en este terreno. A su vez, los relatos me llevaron a realizar búsquedas personales en lo social. La comunicación en salud no puede estudiarse fuera de la realidad política, social y económica que la atraviesa.

Es así donde comenzaron los planteos que ya venía haciéndome en mi labor docente en Comunicación. Comencé a vincular la relación médico paciente con las problemáticas que trae aparejada la globalización –por llamarla de algún modo-, para el área de la salud. Aparecieron aquí los tiempos limitados de atención, la visión de un paciente-cliente, el uso de la tecnología por sobre la “mirada” al paciente y su actitud ante la consulta,… Estas perspectivas me llevaban cada vez más a trabajar aspectos del tema que tuvieran que ver con el compromiso con quienes necesitan de la atención en la salud. Uno de los últimos trabajos que reflejan esta mirada es un artículo que publiqué con una colega en la revista Archivos de la Sociedad Argentina de Pediatría; plantea la comunicación en Pediatría y los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

Hace ya algunos años que vengo recorriendo este camino y cada día me motiva desde un ángulo nuevo que aparece al acercarme a estudiarlo. A veces, por los temas, otras por los encuentros con los profesionales que viven el día a día, o también por vivencias personales.

La comunicación en salud, especialmente lo vinculado con la relación médico paciente, se ha instalado en mi vida profesional como un servicio a la comunidad desde mi ser en comunicación. Lic. María Laura Braga



J U N I O   2011

Vanessa Brizuela

En esta oportunidad presentamos a Vanessa Brizuela, psicóloga argentina, quién tiene una vasta e interesante trayectoria internacional en el campo de la salud, específicamente en prevención y promoción de la salud. ¡Gracias Vanessa por inaugurar la sección y participar!
 


Vanessa Brizuela es Máster en Educación para la salud (Universidad de Columbia, EEUU) y Licenciada en Psicología (UBA).  Ha trabajado en múltiples proyectos de salud pública, enfocándose especialmente en salud sexual y reproductiva.  En Nueva York trabajó con adolescentes y capacitando a personal sanitario en salud integral adolescente.  En Jamaica trabajó en capacitación de personal de salud y de gobierno en cuestiones relacionadas con VIH/sida.  En Argentina ha trabajado con niños, adolescentes y adultos en proyectos educativos en salud sexual y reproductiva adolescente. 

Foto: Vanessa con mujeres trabajando tela en batik en Ghana, como parte de un programa de empoderamiento.
 
Mi llegada al campo de la salud pública fue quizás un poco por casualidad, otro poco por inclinación.  Con formación de psicóloga de la Universidad de Buenos Aires, famosa por su impronta psicoanalítica lacaniana, no encontraba en ese mundo mi vocación.  Durante mi paso por esa facultad disfruté muchísimo de las materias Salud Pública/Salud Mental y Psicología Preventiva y aunque en ese momento no lo supiera, denotaban mi pasión por luchar contra la desigualdad y la pobreza a través de intervenciones en salud pública.

Unos años después de recibida me mudé a Nueva York, EEUU adonde unos años más tarde haría una maestría en Educación para la salud.  El contraste entre la educación primordialmente teórica de la UBA y la experiencia altamente pragmática de la Universidad de Columbia fue un combo extraordinario que me aportó las herramientas necesarias para poder encarar mi trabajo en salud desde un lugar holístico.  Mi tesis de maestría se centró en la compleción, edición y revisión de un programa educativo en salud mental y emocional para chicos de escuela media (6to a 8vo grado). 

Con título de maestría en mano entré a trabajar en la escuela de salud pública de la Universidad de Columbia, en un centro que administraba una clínica de planificación familiar, una clínica para hombres jóvenes y siete clínicas escolares.  Las clínicas escolares son centros de atención integral en salud ubicados dentro de escuelas públicas pero administradas por hospitales o centros médicos privados o departamentos de salud estatales, del condado o la ciudad.  Inicialmente coordiné el equipo de educación para la salud de este programa, enfocándonos principalmente en cuestiones de salud sexual y reproductiva (SSR).  A través de él llegué a recorrer diferentes escuelas públicas de una ciudad tan cosmopolita y diversa como lo es Nueva York.  Las clínicas están en escuelas situadas en barrios marginales donde la población es mayoritariamente negra, inmigrante o simplemente pobre.  Las intervenciones en SSR incluyeron presentaciones en las aulas a grados enteros, encuentros con grupos más pequeños en la misma clínica y seguimiento clínico de aquellos alumnos que lo necesitaban por estar usando algún método anticonceptivo, haber tenido una infección de transmisión sexual (ITS) o por conductas sexuales de riesgo.

Al cabo de unos años pasaría a estar en la dirección de un proyecto de capacitación y asistencia técnica en SSR adolescente para personal que trabajaba en las más de sesenta clínicas escolares de la ciudad de Nueva York.  El proyecto se enfocaba en el anticonceptivo de emergencia como método para ayudar a disminuir la tasa de embarazo adolescente en la ciudad.  Este proyecto fue ideado como un verdadero programa de salud pública: iniciamos realizando evaluaciones de base, y luego de cada capacitación realizábamos tareas de monitoreo y evaluación.  Cada año incorporamos nuevas tareas dependiendo de lo que íbamos descubriendo en cada acción que liderábamos.  Comenzamos con sólo 13 clínicas ofreciendo el anticonceptivo de emergencia a los alumnos que lo necesitaran, hasta que tres años más tarde un 95% de las clínicas escolares situadas en colegios secundarios de la ciudad ofrecían el anticonceptivo de emergencia a los alumnos que lo solicitaran.  Fue un proyecto de crecimiento profesional y también de un alcance verdadero y visible.  Logramos que muchos proveedores médicos cambiaran su percepción acerca de los riesgos (casi inexistentes según la OMS) del método, sus reservas para ofrecerlo a adolescentes (cuando, quizás, sean un excelente público para este método), y sus prejuicios sobre la sexualidad adolescente.

Una de las acciones que decidimos llevar adelante como parte de este proyecto fue la de comunicación en salud.  Mediante el uso de grupos focales creamos posters y folletos amigables para adolescentes en los que se ofrecían mensajes positivos, certeros y concisos sobre el anticonceptivo de emergencia.  A través de estos encuentros con jóvenes aprendí mucho acerca de lo que significaba ser una minoría en una ciudad grande.  Entendí mejor sobre lo que los chicos piensan acerca de su propia sexualidad, los valores que comparten sobre el uso de anticonceptivos y sobre lo que los lleva a tener ciertas conductas sexuales o asumir riesgos.

Por ese entonces empecé a evaluar la posibilidad de realizar este tipo de trabajo en regiones más pobres del mundo.  Quería conocer de cerca lo que sucedía en países o comunidades que no tenían acceso a servicios de salud como el que teníamos en una ciudad de grandes desigualdades económicas y sociales, pero en un país primermundista.  Partí un verano hacia Ghana para trabajar como voluntaria de una ONG en una ciudad cercana a la frontera con Togo.  La ONG recibía una pequeña suma de dinero anual de UNFPA para realizar tareas de educación y consejería en SSR a jóvenes de 12 a 26 años.  El centro ofrecía talleres para chicos en horario extracurricular, contaba con consejeros para hablar con los que se presentaban queriendo información y capacitaba a líderes y mujeres de la comunidad en cuestiones de SSR.  En Ghana se habla inglés, pero un inglés con un acento que a veces no entendía del todo bien.  Sin embargo, hablan inglés sólo aquellos que van a la escuela.  La lengua de aquella región ghanesa es el Ewe.  Fue mi primera experiencia como minoría étnica que no conoce el lenguaje local, teniendo que acudir a la ayuda de intérpretes durante los encuentros con jóvenes.  Descubrí también que los jóvenes, a pesar de sus diferencias culturales, idiomáticas y raciales, atraviesan por cuestionamientos y desconocimiento similar de uno y otro lado del océano.

Mi experiencia en Ghana despertó una inquietud y una sed por trabajar en el campo, allí adonde más necesitaban de cualquier aporte que pudiera dar.  Fue por eso que unos años más tarde  iría rumbo a Jamaica por seis meses para trabajar en una organización que ofrece capacitación en cuestiones de VIH en toda la región Caribe.  Jamaica es un lugar que no tiene nada que ver con lo que uno imagina, la fotografía de Bob Marley y las playas celestiales que muestran las revistas.  Es un país muy pobre, con costumbres muy tradicionales y arraigadas.  No es infrecuente conocer de hombres con diez o doce hijos que tienen variedad de madres diferentes (Bob Marley, casualmente, tuvo doce hijos pero sólo tres con su mujer Rita).  Tampoco es poco común saber de mujeres incapaces de exigir el uso de preservativo y que resuelven tener hijos con algún hombre con más plata para poder acceder a algunas de las cosas que imaginan tendrían de ese modo.  Fue una etapa de gran aprendizaje acerca de vivir en un lugar con las contradicciones que tiene Jamaica.  El Caribe cuenta con un problema muy grave de falta de personal calificado en salud, al igual que muchos países africanos.  Los que se capacitan en sus tierras natales muchas veces deciden salir de allí para ejercer su profesión en otros lados, principalmente en EEUU, Canadá e Inglaterra.

He recorrido mucho desde mi inicio en este campo.  No sólo en kilómetros sino en experiencias, en capacidad y formación.   Pasé de ser una mera psicóloga sin experiencia de campo a conocer cómo viven chicos marginados en la ciudad de Nueva York, a la realidad de las personas que viven en uno de los países africanos más admirados por su estabilidad política y social, a la complejidad de vivir en una isla-estado que lleva menos de cincuenta años de independencia con un índice de homicidio entre los más altos del mundo, y en la Argentina adonde las desigualdades sociales y sanitarias semejan las que vi en todos los otros lugares en los que estuve.  Me considero una profesional en salud pública, aunque para muchos la psicología se centra únicamente en la clínica individual.  Me moviliza la búsqueda por minimizar esas desigualdades y ofrecer mayores oportunidades para que chicos, mujeres y quienes padecen diagnósticos estigmatizantes puedan desarrollarse lo más plenamente posible.  Considero que es importante ir tras ese ideal.  

También creo que es posible.



0800 222 3444 Salud Sexual

Spot institucional. Programa Nacional de Salud Sexual y Proceación Responsable del Ministerio de Salud de la Nación.